CLAUDIO PARMIGGIANI – Un viaje al corazón de la ausencia

CLAUDIO PARMIGGIANI – Un viaje al corazón de la ausencia

Apenas crucé el umbral de la Estorick Collection of Modern Italian Art de Londres, en una clara mañana de junio, percibí un silencio que parecía ir más allá del recogimiento habitual de un museo. Un silencio denso, cargado de presencias invisibles. Así comenzó mi inmersión en el universo poético e inquietante de Claudio Parmiggiani, una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo italiano y protagonista de la primera exposición institucional en el Reino Unido.

Sin titulo (2009)

Discípulo de Giorgio Morandi, de quien extrajo una inspiración más ética que estilística, Parmiggiani se distingue por el uso de un lenguaje que trasciende la experiencia individual para evocar una verdad universal.

La retrospectiva —organizada por el Consulado General de Italia en Londres en colaboración con el Archivo del artista y la Galería Tornabuoni Art — permanecerá abierta hasta el próximo 31 de agosto y ofrece un recorrido intenso a través de más de cincuenta años de investigación artística. Pero es en torno a los Desplazamientos, el corazón palpitante de la exposición, donde se concentra mi experiencia.

Los Desplazamientos son más que obras: son apariciones, fantasmas dejados por la materia en fuga. Desde los años setenta, Parmiggiani utiliza humo, hollín y polvo para “quemar” objetos sobre la pared —botellas, libros, figuras humanas— dejando solo su huella, su ausencia. El objeto desaparece, pero su rastro permanece, suspendido en el tiempo, como una reliquia de la memoria.

Me encuentro frente a una pared en la que se destacan las siluetas evanescentes de una estantería. Los libros no están, y sin embargo, parecen seguir hablando. La mirada se desliza sobre las formas ennegrecidas, como si intentara leer las historias contenidas en esos volúmenes ya desaparecidos. Es una sensación desarmante: lo que veo ya no existe, pero sigue pesando en el espacio, como un recuerdo que se niega a ser olvidado.

Claudio Parmiggiani en la Estorick Collection (2025)

Caminando por las salas, descubro versiones más íntimas y monumentales de estas obras. Una serie de imágenes que representan manos, rostros, cruces. No hay retórica religiosa, sino una profunda espiritualidad. Cada una de estas piezas es una invocación muda, una inquietud suspendida. Es arte que no representa, sino que evoca. Cada huella quemada en la pared es una herida y, al mismo tiempo, un testimonio: aquí algo estuvo, vivió, y ahora está perdido.

El efecto emocional se ve amplificado por la presencia de obras sobre papel y esculturas que Parmiggiani llama “pinturas esculpidas”: moldes de yeso, un material frágil y denso, a menudo blanquísimo, que asume forma y peso para luego aludir a una ausencia. También aquí, más que la materia, es su tensión hacia lo invisible lo que domina.

La exposición, que forma parte de las celebraciones del Día de la República Italiana, es una oportunidad rara para acercarse a un artista que siempre ha rechazado lo efímero y lo decorativo. Parmiggiani no busca la mirada, la interroga. Y la deja suspendida en una dimensión atemporal, donde el vacío se vuelve plenitud y el silencio habla.

Visitar esta retrospectiva es como atravesar una catedral laica construida sobre la sombra de las cosas. Las obras de Parmiggiani nos recuerdan que toda presencia es ya, en sí misma, una forma de ausencia, y que el verdadero arte no muestra, sino que interroga; no afirma, sino que deja espacio. En este sentido, Parmiggiani no es solo un artista visual, sino un filósofo de lo visible, un escultor de lo invisible.

Sin titulo (2023)

Al salir de la Estorick Collection, tengo la sensación de llevar conmigo algo que no se ve, pero que pesa. Como un polvo fino, las imágenes ausentes de Parmiggiani se han depositado dentro de mí.

Los Desplazamientos no cuentan historias, sino que dejan preguntas: sobre la permanencia de las cosas, el valor de la huella, nuestra necesidad de encontrar sentido incluso en el vacío.

En una época en la que la imagen está en todas partes —y a menudo vacía—, Parmiggiani realiza el gesto inverso: vacía el espacio para llenarlo de significado. Sus obras no piden ser comprendidas, sino vividas. Son pausas, suspensiones, invitaciones al silencio.

Mientras me alejo por Canonbury Square, en medio de un Londres ruidoso y vibrante, me doy cuenta de que algo ha cambiado en mi mirada. Como si cada objeto, cada sombra, pudiera ahora revelar su propia fragilidad y su propia, conmovedora, belleza.

En la portada: Claudio Parmiggiani, A luz apagada (1985)
imágenes cortesía de la Estorick Collection

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